Pero no, no puedo. Estar sola me cuesta
una banda. A veces me encuentro con alguna amiga y me pregunta ‘¿Estás con
alguien?’ y al responder que no me pregunta por qué. Y es difícil de explicar
que preferís estar sola que conformarte. Porque si, no encontrás gente con
quienes no sientas que te conformás.
Otras veces alguna amiga quiere que nos juntemos con nuestras
parejas. Salida de a cuatro. Se da por entendido que si tenés cierta edad, estás
en pareja. No importa si bien, mal, si conectás o no tenés un sólo gusto en común.
¿Cómo no vas a tener en números free a tu chica o chico? A alguna gente le
cuesta más entender que preferís estar sola que leer sobre física cuántica.
A veces salgo a tomar una birra con alguien, aunque sepa que no me
gusta, aunque sepa que no me va a gustar. Pero salgo igual. Caigo en la lógica
de la inseguridad emocional. A veces salgo a un boliche y me siento estúpidamente
bien cuando alguien se acerca a decirme que soy linda. Sé que es sólo una
estrategia para su inseguridad emocional, chaparse a alguien, quizás pegar
garche. Pero la inseguridad emocional es así de pelotuda: puede sentirse feliz
con una mentira tan tonta como ‘de toda la gente que podría haber chamuyado, me
chamuyó a mí’.
Y también está la otra estrategia fácil de la inseguridad
emocional: seguir en pareja con quien no te ama. Volver a buscar a alguien que
te lastimaba. Relaciones interminables, enfermizas y simbióticas. Todo para
tener a alguien a quien abrazar a la noche, aunque te lastime de día.
El precio de la seguridad emocional es la felicidad. No es para
siempre pero cada paso que te adentrás, el camino de salida se hace más difícil.
Cuando lentamente y sin darme cuenta voy cayendo en esas cosas, necesito parar,
mirar a las parejas de alrededor y retomar el camino que elegí. Cuando me
enrosco con eso, mejor un poquito de realidad, sentar cabeza y ver qué es lo
que quiero. E ir a revolver libros usados a ver qué me sorprende.