Me hacen feliz

lunes, 29 de junio de 2009

Florcitas Bordadas.

En el colegio al que yo iba era muy común que te guste alguien y te lo pregunten tus amigas. Y vos lo decías con vergüenza y todas largaban sus risitas agudas y nerviosas. En mi curso había veinte nenas y siete nenes. Era obvio que a todas les gustaban los mismos dos, que a veces pasaban a ser tres. Braian era del que más nenas gustaban. Me acuerdo que a mi no me gustaba nadie (o eso creía). Cuando llegó mi turno en la pregunta “¿y a vos quién te gusta?” dije que Braian. Lo dije por una especie de inercia, porque todas decían quién les gustaba y yo no podía seguir diciendo que nadie. No podía soportar que me sigan preguntando “¿Cómo que nadie?” o “Dale, no mientas!”. Así que lo dije.


Al día siguiente se acercó Braian y me dijo de hablar. Yo me puse roja y no dije nada. Caminó hasta la galería que está cerca de la Iglesia y con las manos atrás me dijo “¿Querés ser mi novia?”. Yo me quedé mirando el cuello de su polera que estaba doblado hacia fuera y asomaba por el buzo. Era igual al de Ayelén, pero el de ella tenía florcitas bordadas. Me gustaba más el de Ayelén. Le dije que si para evitar la situación. Me habían enseñado a ser correcta, a no lastimar a la gente, a ser servicial. Y dije que si. ¡Pero yo no quería decir que si! Me dirán que no importa, que no es un problema grave, pero para mí sí lo era. Está bien que a esa edad el novio es un simple título, nunca hablábamos, nunca nos saludábamos con un beso ni siquiera en la mejilla, lo único que conocía de Braian era su voz nerviosa, su cara de nene y esa situación a la que me enfrentaba. Pero era la congoja de saber que estaba mal, que no quería ser su novia. O no sé qué era, tenía siete años y ni idea de cómo llamar a lo que sentía. Sólo lo sentía y muy fuerte. Casi como mi primer traición a mi misma, la primera mancha en mi conciencia de blanca palomita.


Me acuerdo que fui al baño corriendo, me encerré y espere a no tener más ganas de llorar. El baño era gigante para mi, las puertas eran altas y siempre tenía miedo que por debajo de la puerta, que estaba a medio metro del suelo, alguien me espíe. No era el mejor lugar para estar. Pero eso era mejor a que me vean llorando, a decirle Ayelén que tenía el novio que todas querían menos yo, a aceptar que no quería correrlo a el en el ladrón y el policía ni darle un beso cuando jugábamos al chevechevé, a no escribir en el costado del cuaderno L Y B.

viernes, 26 de junio de 2009

La sonrisa del sol.

Ayelén era la hija perfecta. Era linda, flaca, dulce, callada, estudiosa. Tenía una sonrisa que te hacía recordarla. Era tímida y pudorosa, pero eso la hacía más dulce. Era lo que mis padres querían que sea y era lo que yo misma quería ser.


Me acerqué a ella desde el primer día de clases, con el guardapolvo blanco tableado con un largo que pasaba las rodillas, las dos colitas y la mochila que era más grande que yo. No sé si le dije “Hola”, “¿Querés sentarte conmigo?” o “¿Querés ser mi amiga?” pero sé que después de unos días ya andábamos de la mano.


A veces la llamaba a su casa para preguntarle si teníamos deberes. Ella siempre me atendía cordialmente, nunca me dijo que era pesada u obsesiva. No podía evitar ser dulce. Y eso me encantaba. En el recreo íbamos de la mano o abrazadas. Igual, nadie lo veía mal, éramos amigas. Y yo también creía eso. Y muchos padres dirían que no era raro. Bueno, para mí mi sexualidad no es rara porque vivo con ella, ¿no?. Y después de todo, ¿qué diferencia hay entre un amigo y un novio cuando vas al jardin o a la primaria? Al novio casi no le hablás, porque sólo verlo te deja callada y con un ruborcito en los cachetes. Pero a los amigos y amigas si, podés tener una relación y ¿uno no es amigo porque le gusta la persona? Cuando uno crece y le gusta una persona necesita de besos, caricias, sexo, etc; pero a esa edad te basta con jugar y reirte mientras le pintás una sonrisa al sol.


Me gustaba regalarle cosas a Ayelén. Generalmente eran anillos de Barbie o útiles escolares. La mamá de Ayelén no le creía, llegó a pensar que los robaba porque ¿cuál es el motivo para que tu amiguita te regale algo siempre?.


Ver esa sonrisa en vez de recordarla.

domingo, 21 de junio de 2009

La nebulosa.

No sé cuándo empecé a sentirme atraída por la chicas. No tengo muchos recuerdos de mi infancia, sólo algunos que son caprichosos y vienen cuando quieren, vienen rápido y se van rápido, como en las películas cuando alguien se muere o como cuando recién te despertás y querés recordar un sueño y apenas podés decodificarlo. Quizás mis recuerdos son así porque cuando era chiquita era caprichosa y cambiante. No lo sé. Tengo un puñado de fotos y casi ningún video. Veinte años atrás no era tan común como ahora estar lleno de cosas para recordar. De todos modos, ¿qué puede decirme un video o una foto en el tema que estoy explorando?

Hablé con mucha gente que me conoció de chiquita y me calificaron de muchos modos: teatrera, vagoneta, sonriente, pícara, inteligente, graciosa, llorona, terrible…Pero nadie nadie dijo algo respecto de mi sexualidad. Es totalmente entendible, la sexualidad es un tabú, quizás ahora no tanto, pero si para aquellas personas, todas mayores a 40 años, todas pensando que la sexualidad está mal y hay que taparla sin entender que la sexualidad se cuela en todas las rendijas de tu vida. Y si un chico tiene una conducta sexual, se la reprime y se le dice “no no” dando por único fundamento que no está bien hacer eso.

Pero más allá de esa nebulosa que tengo respecto a mis sentimientos de niñez, hay alguien a quien si recuerdo: Ayelén.