En el colegio al que yo iba era muy común que te guste alguien y te lo pregunten tus amigas. Y vos lo decías con vergüenza y todas largaban sus risitas agudas y nerviosas. En mi curso había veinte nenas y siete nenes. Era obvio que a todas les gustaban los mismos dos, que a veces pasaban a ser tres. Braian era del que más nenas gustaban. Me acuerdo que a mi no me gustaba nadie (o eso creía). Cuando llegó mi turno en la pregunta “¿y a vos quién te gusta?” dije que Braian. Lo dije por una especie de inercia, porque todas decían quién les gustaba y yo no podía seguir diciendo que nadie. No podía soportar que me sigan preguntando “¿Cómo que nadie?” o “Dale, no mientas!”. Así que lo dije.
Al día siguiente se acercó Braian y me dijo de hablar. Yo me puse roja y no dije nada. Caminó hasta la galería que está cerca de
Me acuerdo que fui al baño corriendo, me encerré y espere a no tener más ganas de llorar. El baño era gigante para mi, las puertas eran altas y siempre tenía miedo que por debajo de la puerta, que estaba a medio metro del suelo, alguien me espíe. No era el mejor lugar para estar. Pero eso era mejor a que me vean llorando, a decirle Ayelén que tenía el novio que todas querían menos yo, a aceptar que no quería correrlo a el en el ladrón y el policía ni darle un beso cuando jugábamos al chevechevé, a no escribir en el costado del cuaderno L Y B.