Me hacen feliz

sábado, 13 de noviembre de 2010

¿Y ahora qué te imaginás?



Ella se durmió enseguida o eso fingió. Yo me mordía los labios, nunca habiendo estado en esa situación. Me moría de ganas de hacerle masajitos o acariciarla un ratito, al menos. Pero verla tan dormida no daba ganas de probar. No daba que me eche de su casa a las cuatro de la mañana y perder tan buenas charlas solo por coger. A ver, había más minas para coger pero pocas para charlar y reirme. Entonces prefería no arriesgarme.  

A las siete sonó el despertador pero yo ya estaba muy despierta. Mientras hacía café apoyó sus manos en la mesada de la cocina y me decía, entre provocadora y peleadora

-          ¿Qué pasó anoche, nena? No me tocaste un pelo, nada, una momia. Tengo que empezar a replantearme mi estado físico, ¿no?- Yo abría los ojos grande y me mordía más fuerte los labios que la noche anterior. ¿Me estaba jodiendo?
-          Ehhh pensé que querías dormir…
-          Jajajajajaja, no trates de arreglarla.
-          No, pero, ehh, ni me imaginé – Bueno, a ver, me decía a mi misma, ¿qué te pasa gila que te quedás sin palabras?
-          Bueno, ¿y ahora qué te imaginás?

A riesgo de haber visto muchas películas y malinterpretar lo que me decía, me jugué por pensar que no estaba codificando el lenguaje y sólo quería una cosa. Sólo atiné a acercarme mirándola a la boca y darle un beso entre nervioso y deseado. Deseado cuatro horas de sueño. Quiero ver todos tus tatuajes, le susurré corriéndole sus rulos apenas y jugando un poquito con la yema de los dedos en sus piernas. ¿Todos?, respondió entre risas, tengo 21Ahora tengo más ganas de verlos. Pero ahora está el café, vas a tener que esperar.

De todas las estrategias de seducción, dar y no dar es la más efectiva. La de la histérica, de la gataflora, el tire y afloje, aunque sabiendo llevar el juego para que no se convierta en un fastidio. Entonces nos tomamos el café, dos cucharadas de azúcar yo, tres cucharadas ella, lágrima ella, cortado yo, tensión sexual por mil quinientos y miradas furtivas y encontradas. La seducción entre mujeres tiene esa cosa de sutil que me encanta. Y más gamas de color que las combinaciones café con leche.

Entonces en el ascensor nos dimos un par de besos y yo seguía recorriéndola un poquito con la yema de mis dedos y nos susurrábamos y nos alejábamos y acercábamos y nos mirábamos a través del espejo. Planta baja, ella se iba a trabajar, yo haría tiempo una hora hasta que me llegue mi hora de entrada. Una hora más para fantasear en caricias de yema de dedos en superficies sin ropa.