Me hacen feliz

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Rehab.

Lo primero que sentí fue bronca. Como una estúpida creí que se había portado como un señor porque habia entendido lo que le planteaba. Pero no, no había entendido nada, me mandó esas cartas con todo descaro, en esos días que se había ascotado con otra.


Después empecé a sentirme mal. El solo quería sexo. ¿Y se puede reprochar?. Es una parte más de la pareja. Algo que yo no le podía dar. ¿Por qué no se lo podía dar? ¿Todas mis parejas estaban destinadas a terminar mal por mi incapacidad de tener relaciones sexuales? Y ahí ya tocaba el dramatismo, el determinismo, pero cuando te enterás de algo tan fuerte, casi es imposible no caer en esos extremos. Quizás hasta son necesarios para plantearte todo y finalmente poder hacer el duelo.


Lo que más me molestó fue que no sea sincero. Él, que siempre defendía al diálogo como forma de entendernos, que me decía que todo tenía solución si éramos sinceros. Pero conmigo no pudo ser sincero, aunque hacía un año y medio que salíamos. Y si me hubiera dicho la verdad, seguro que habría lastimado igual, pero al menos no tanto. Hubiera comprendido sus razones y además, me hubiera quedado mejor imagen suya. Pero supongo que él pensó que lo mejor era que no sepa, quizás no era que no tenía huevos sino que no quería lastimarme.


Y yo sabía que me repetía a mi misma esas cosas porque, pese a todo, lo había amado, y quería un buen recuerdo. Tampoco quería santificarlo, sólo quería recordarlo como era: una persona compleja como todas, con sus necesidades y contradicciones, pero que me había hecho sentir muy buen durante la relación hasta que llegó un punto que no dio para más.


Me acordé de una vez que no lo soporté más y accedí a ir a un telho. Para estar más tranquilos, me había dicho. Y en el medio de ese lugar totalmente ajeno con ese empapelado de florcitas y los esquineros llenos de polvo, me largué a llorar y me fui corriendo a la salida. Me fui porque me hacía mal. Ese lugar. Esa presión. Ese único fin. Y me hacía mal saber que había fracasado de nuevo.


Sabía que si me quedaba escuchando música triste y pensando, iba a terminar mal. Entonces cuando mis amigas me dijeron de ir a bailar con ellas, accedí. Mis experiencias nocturnas habían sido pocas y no me habían satisfecho, pero decidí darme otra oportunidad. Empecé a recuperar mi tiempo perdido. Salía con mis amigas todos los sábados. Charlaba con hombres. Fumaba, eso que me había pedido que deje y yo, cedí. Me sentía libre, pero como el mito de Ícaro, a veces el sol quemaba, por elevarme demasiado y a veces el mar tan cerca me imposibilitaba el vuelo. Tanto de golpe me desequilibraba.


Mis mayores desequilibrios se traducían en un sustantivo en masculino y uno en femenino: los hombres y las drogas. Los dos eran escapes. Eran la realización material de todos mis miedos. La noche me mostró otra vida. Y me gustó.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Tratando de entender.

Eran las primeras épocas de fotolog. Entré en el de EL, revisé todo como cuando no encuentro el par que hace a las medias y desordeno toda la habitación hasta que por fin encontré a la tal Mariana. Le dejé un comentario, la agregué mi msn y le dije de hablar. Media hora más tarde tecleaba desesperada queriendo entender todo.


(*) Mariana (*) dice:

Hola

¿Quién sos?


L dice:

No me conocés, soy la ex de EL.

Quería preguntarte algunas cosas, si no te molesta


(*) Mariana (*) dice:

Es raro, pero contame


L dice:

Nada, viste que salí con el hasta hace tres semanas más o menos, bueno, el otro día me encontré con tu primo y me dijo que ustedes estuvieron juntos mientras yo salía con el

Se que te pongo en una situación complicada al preguntarte si es cierto, pero entendeme, fue mi novio de los 14 a los 16, es re importante para mi para cerrar mi historia


(*) Mariana (*) dice:

Todo bien

Me gusta que seas sincera

Además no estoy con el

Así que te cuento


L dice:

Gracias!


(*) Mariana (*) dice:

Bueno, nada, yo salí con mi primo y el estaba ahí, chapamos y después...¿seguro que querés saber?


L dice:

Si, no te hagas drama, me mata la intriga


(*) Mariana (*) dice:

Bueno, el me contó que nunca tuvo relaciones con vos y que se moría de ganas y nada, me dio ternura que te espere tanto y como me gustaba nos fuimos del boliche y estuvimos


L dice:

Ajá

¿Y cuándo fue eso? O sea ¿yo estaba con él?


(*) Mariana (*) dice:

Me dijo que estaban en un tiempo, por eso pensé que estaba todo bien


L dice:

Suerte que le explique lo que significaba “un tiempo” para mi.

Que imbécil


(*) Mariana (*) dice:

Perdón, yo no sabía nada


L dice:

No che, todo bien, vos no tenías por qué saber. No te disculpes.

Gracias

Te re portaste

Ahora me doy cuenta con quien estaba

jueves, 24 de septiembre de 2009

Hiroshima.

Pasar los días sin él eran un alivio, pero también eran tediosos. Cuando te falta alguien importante en tu vida te ponés pelotudo. Las bombas siempre destruyen. Pero las bombas atómicas, además de destruir, dejan un efecto residual. Las cosas se deforman, ese lugar nunca es el mismo de antes, aunque se reconstruya. Sus efectos siguen. Mi cabeza era Hiroshima.


No podía escuchar un tema cursi, por genérico que fuera, que no me haga llorar. No podía ver nada, porque todo me recordaba a el. Miraba el esmalte rojo con que me pintaba las uñas y lo había comprado con él. En la puerta de mi casa lo saqué de mi vida. La remera que tenía puesta le gustaba cómo me quedaba. Y así una infinidad de detalles que me hacían mal. O que me recordaban que estaba mal. Tenía mucho tiempo para mí, pero su ausencia, paradójicamente, lo llenaba. Tenía ese espacio que había pedido, sólo que él seguía estando ahí aunque no pudiera tocarlo.


Pero no tuve tiempo de aburrirme. Los chismes, si son malos, se esparcen con rapidez. Todo el mundo me preguntaba por qué había cortado, si estaba mal, etc. Incluso aquellos que muchas veces ni se interesaron por mí. Y yo tenía que poner esas caras de feliz cumpleaños que no me salen y decir que si, que estaba todo bien.


Era mentira. Estaba mal. Extrañaba que me abracen y saber que alguien pensaba en mi siempre. Que me cocine y cuide los detalles. Pero sabía que no me tenía que dejar vencer por esa debilidad.


Un chisme me lo dijo un amigo de EL, en el colectivo, cuando llegaba a casa.


- ¿Viste qué hijo de puta? Con Mariana estuvo, o sea, Mariana!


- ¿Qué? ¿Quién es Mariana?


- Ah, ¿no cortaron por eso?


- No, pero decime quién es Mariana.


- Uhhh, qué pelotudo, me mandé un re moco.


- Dale, ya está. Es mejor que me lo digas vos a que vaya a pedirle explicaciones a él. Es horrible la situación. Y me voy a enterar igual. Dale, terminá de meter la pata.


- Bueno, nada, Mariana es una minita con la que estuvo. Todavía salían ustedes.


Me limité a morderme los labios. Por un momento pensé que había entendido por qué se tomó tan bien el hecho de que lo dejara, aunque fuera su vida misma, como solía decirme. Tenía a otra. Y no iba a parar hasta saber quién era.


Hay veces que sos feliz por sacarte al peor tipo de encima en un boliche pero cuando lo ves con otra mina, te resulta interesante. Creo que eso es ser histérica o gata flora. De todos modos, a mi no me pasaba eso. Yo no quería volver con él, sólo quería terminar con eso. Llegar al fondo. Entender todo, para poder cerrar la puerta como me lo había propuesto.
Sabía que iba a doler, pero era necesario.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Pálida.

Por mis experiencias en colegios religiosos puedo decir que el cristiano promedio usa la culpa, es su forma de manipular, sólo que muchas veces no es consciente de eso. Supongo que deriva del hecho de que te amenazan desde chico con que te vas a ir al infierno si no sos bueno y vos, viendo todo desde tu metro de altura y tu ingenuidad, ante eso tenés miedo y cedés. Parece un mecanismo muy cruel (y lo es) pero sin la culpa, las iglesias no podrían sostenerse monetariamente.


Por estar tan inmersa en ese mundo culposo, no podía ser consciente desde el principio de sus mecanismos. Pero cuando me di cuenta, sabía que, a diferencia de los moretones que se van en unos días, esa nueva consciencia de las cosas iba a marcarme para siempre.


Durante la semana que nos tomamos, me pareció increíble lo largo que podía ser el tiempo estando sola. Y lo bien que podía sentirse. Hacía mucho tiempo que no escuchaba música sin pensar en las horas apretadas o que no me daba un baño de inmersión y me olvidaba del mundo.


Obvio que no todo era tan lindo. Por momentos me sentía perdida ante todo ese abismo que tenía enfrente. Me daba miedo no tener a alguien sobre quien apoyarme. Pero en ese momento, tenía que ser así. Lo necesitaba, a pesar del miedo.


En mi momento a solas, me llegaron tres cartas de EL. Todas larguísimas, llenas de sentimentalismos, de culpa, escritas con bic roja en una imprenta desordenada. Frases tan horribles como sin vos no vivo o si me dejás me mato. Frases que lejos de conmoverme y sentir ganas de correr a su encuentro en cámara lenta cual película de Hollywood, me afirmaban más y más que estaba dando los pasos correctos.


Llegó una tarde de septiembre donde hacía frío para ser primavera. Al verme me abrazó, y yo lo correspondí. Lo que más me llamó la atención fue que se había teñido. De negro, como siempre le había pedido. De negro azabache, resaltando sus ojos de galaxia. Lejos de ser cínica, no quise pensar que era para manipularme sino que finalmente se permitió hacer lo que quería sin sentir que yo se lo estaba pidiendo. Aunque muy en el fondo me doliera, sentía que yo, al dejarme llevar por su modo de relacionarse, también lo estaba absorbiendo.


Antes de dejarme hablar, me dijo que lo había pensado y tenía razón, que tenía que cambiar, que le dé otra oportunidad. No sólo no era la primera vez que lo escuchaba sino que ademas sentía que habíamos llegado a un punto extremo, me limité a mirar mis moretones que ya estaban de color verdoso y volvi mis ojos a los suyos, vidriosos. Creo que entendió, porque se limitó a asentir con la cabeza.


- ¿Y qué hacemos con toda nuestra historia?


- La recordamos. Nos sonreimos. A mi no me basta la historia. No me alcanza con saber cuál es tu combinación de helado favoritas o que caminás en la vereda guiándote con la línea de las baldosas. No es suficiente saber que te gusta que te acaricie la nuca mientras te beso.


Charlamos un rato. Sólo un rato. Sabía que si hablábamos mucho iba a aparecer los te acordas de y empezar a hacerme mal. Sabía que si lo miraba mucho, iba a perderme en su par de galaxias. O quizás no iba a notar que últimamente, estaba pálida. Me había trasformado toda entera en silencio. No porque no hablara, sino porque recibía todo pacíficamente, sin cuestionarme. Lo que sentía que era morir lentamente. Y me dijo algo que me hizo bien:


Aunque este momento sea una mierda y va a ser difícil vivir sin vos, me dejás re lindos recuerdos. Me hiciste feliz un año y medio. Me cambiaste la vida. Gracias.

lunes, 14 de septiembre de 2009

De rosa a morado.

Llegó puntual. Lo reconocí por su forma de tocar el timbre: uno corto y uno largo. Lo atendí en la puerta, como dos extraños. Esa puerta que alguna vez cruzó y, con esa entrada a mi casa, entró también a mi vida.


Pero a diferencia de la puerta de mi casa, esa de madera y tan tangible, la puerta que yo le abrí hacía un año y medio atrás era mucho más delicada. Y no respondía a mis intervenciones: no se abría cuando ponía una llave ni se cerraba al empujarla. Esa puerta a mi vida se abría y cerraba cuando estaba lista, incluso cuando yo no era consciente de eso. La puerta, en ese momento, estaba arrimada, pero no cerrada. Y que necesitaba cerrarse para poder seguir, para que no me lastime.


Con Ro fue diferente. Ella era una puerta, también, pero una puerta de percepción. Me hizo entender nuevas cosas del mundo, me dio besos que sólo veía en películas pero no me dio amor. Sólo fue la primera en muy pocas cosas. Con EL tenía una vida armada. Los cimientos los habíamos construidos juntos. Por eso la puerta tardó más en cerrarse. O mejor dicho, la puerta necesitaba cerrarse mientras que la de Ro no me lastimaba estando abierta, porque aún sin cerrarse me seguía enseñando cosas.


- Aunque ya te lo dije, necesito decírtelo de nuevo, ahora que estás más calmado. Necesito un tiempo.


- ¿Qué es un tiempo? ¿Cortamos?


- No. No te veo por un tiempo, pero sigo siendo tu novia.


- Pero... ¿es que querés estar con otro?


- ¿Quééé? No estás entendiendo nada. Quiero estar conmigo. Quiero pensar sin que interfieras. No simplifiques todo.


- Bueno. ¿Pero por qué querés un tiempo?


- Te lo dije ayer. Todo eso y esto.



Le mostré mis muñecas. Tenía moretones, de esos que comienzan a formarse. Miró el color rosa que recién empezaba a tornarse un poco violáceo. Colores que nunca había visto en mi cuerpo. Colores que eran lindos en general, pero al verlos en mi piel y todo lo que decían sin palabras eran lo más horrible del mundo.


Quedó igual de sorprendido que la tarde anterior cuando dije que quería un tiempo. Entonces se lo dije:


Esto es lo que me da miedo. Vos me das miedo. No puedo estar con alguien en una relación así. Y no sólo me das miedo vos, me doy miedo yo. La persona en la que me convertí. ¿Cuándo adquirí esta simbiosis? No es sólo el hecho de estas marcas, se van, pero esta relación enfermiza no cambia, lo hablamos mil veces y seguimos en la misma. No puedo más. Sé que yo misma me sofoco, pero lo prefiero a que me sofoques vos. Nos vemos en una semana.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Dos por uno.

Lo vi temblando, nervioso. Me acerqué para saludarlo y me abrazó. No fue de esos abrazos cariñosos en que los cuerpos y los brazos parecen haberse creados para ese momento de cariño y protección; no, era un abrazo que me retenía, que me clavaba a su lado, que me decía que no me vaya y que me hacía sentir que efectivamente estaba temblando y no era una ilusión mía.


Me dijo que teníamos que hablar.


- Que suerte - respondí- pienso lo mismo, pero, dale, empezá vos.


- Bueno, mirá, vengo del cyber. Revisaste tu cuenta y la dejaste abierta así que fui a cerrarla y vi que habia un mail...un mail de un chico. Un chico que te decía sus horarios para que se vean y estoy mal, ¿entendés? ¿Por qué no me dijiste que estaba con otro?

Yo me acuerdo perfectamente que cerré la sesión. Me revisaste la casilla. No pensé que eras capaz de tanto.


- ¡No me desvíes el tema! ¡Contame YA quien es ese Emmanuel!


- ¡Calmate! ¿Sabés quién es Emmanuel? Un amigo del chat. Si, eso. ¿O no te diste cuenta que no puedo tener amigos por tu culpa? ¿Qué me tengo que refugiar en esas cosas para poder charlar con un hombre? ¿Que me hace mal que ni siquiera pueda ir a bailar porque tu inseguridad no te permite pensar que esté en el mismo ambiente que otros hombres sin que vos estés ahí?


- ¿Para qué querés hablar con un hombre si tenés novio? No me mientas, me estás corneando con el...


- ¡No entendés! No tengo necesidad de tener a otro además de tenerte a vos, sólo necesito un espacio donde no estés vos, tener mi vida propia, ¡somos un dos por uno! Somos el tipo de pareja que siempre desprecié y te dije mil veces lo mal que me hace y siempre es lo mismo. Me siento en una canción de Luis Miguel. De eso quería hablarte. Quiero un tiempo.



El silencio no duró segundos. Fueron minutos. Minutos en los que me miraba a los ojos, duro, sin saber qué decir. Quizás esperaba que le diga que fue algo impulsivo. Quizás quería intimidarme para que dé un paso atrás. Pero yo estaba decidida. Creo que notó que ya había dicho todo y estaba decidida a cambiar de espacio y estar sin compañía.



- Vos no te vas a ningún lado, vamos a hablar y vamos a solucionar todo, como siempre lo hicimos.- Mientras me lo decía, agarraba mis manos fuertísimo. Fue ahí cuando me di cuenta que la protección que de él me gustaba, estaba volviéndose en mi contra.


- Soltame, boludo, estas haciendo una escena.


- ¿Un boludo? ¿Una escena? ¿Eso soy para vos?


- Soltame. No te estoy hablando en joda. Soltame YA.



Creo que nunca estuve tan tensa. Y lo debe haber notado, porque me soltó y se largó a llorar. Lloró como nunca vi llorar a un hombre. Y salí corriendo. No corrí de él únicamente, corrí de su violencia, física y psíquica.



Corrí hasta llegar a la casa de mi abuela. Le dije que cualquiera que pregunte, no estaba. Y cuando él me fue a buscar, ella me hizo caso. Me mandó cientos de mensajes, me llamó y yo no contestaba. Sólo mandé uno: andá mañana a casa, a las 8 así hablamos. En realidad ya no tenía más confianza en el diálogo porque lo que él me había demostrado era que no servía si no iba acompañado de acciones.



Esa noche fui yo la que lloré como nunca. Hablé con mi mamá como no hacía desde chiquita, cuando estaba muy asustada o la seño me había retado y ella me tranquilizaba. Hablé y me di cuenta de que la mierda de esa situación me ayudaba a madurar, a acercarme a mi mamá, a darme cuenta de qué era lo que quería. Al día siguiente le iba a seguir hablando. Pero ese día de septiembre debía dormir, con la lluvia cayendo, anunciando un nuevo comienzo.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Contigo en la cercanía.


Con el tiempo no solo la carencia de sexo se transformó en un problema sino que además hubo otro ingrediente negativo: EL se volvió posesivo. Quizás lo fue desde el comienzo pero sólo después de un tiempo pude darme cuenta, después de pasar la idealización de los primeros momentos juntos, la sorpresa de sentirse querido y entendido.


Yo solía pedirle que nos veamos menos, pero aparecían planteos del tipo no me querés mas o sabía que me ibas a dejar que era un dolor de cabeza en vano, porque a los días buscaba motivos para hacerme sentir culpable por no tener sexo y volver a estar muchas horas juntos. Y como era mi primera experiencia, no sabía bien qué tenía que permitir y qué no, o qué era amor y qué no.


Y de tanto tiempo juntos fue que surgió el automatismo. Es muy fácil que te pase eso con una canción que la escuchas tanto que ya no te causa más esa sensación que te llevó a repetirla mil veces. Le pasaba a mis amigas que bailaban brasilero en esa época que de tanto hacerlo una y otra vez, lo hacían sin saber qué pasos hacían, mecánicamente. Te pasa cuando estás apurado y ponés la pava en la heladera. Pero si te pasa con una persona, es lo más cruel que hay. Es tratarla como objeto, es quitarle todo su valor, es no entender la complejidad de las personas. Es lo mismo verla o no. Hablarle o no. Está ahí y tenés tanta seguridad, que pareciera que no te importa.


Lo había pensado mucho y ya no podía soportar más esa situación, ese sentimiento de persona fría. Y sabía que si se lo planteaba, iba a seguir manipulándome. Y dije basta. Después de un año y medio de casi no pensar en mi, finalmente dije basta. No podía soportar cómo absorbía mi personalidad, cómo ponía por encima la comodidad sobre mi felicidad. Porque tener un novio me daba seguridad, esa que yo no tenía. Si estaba triste, ahí estaba él, a mi lado. Si me sentía fea, me decía te amo y de repente no importaba nada más. Si quería hacer cucharita o dormir la siesta, el estaba conmigo. Pero para mi llego a un punto en que no fue suficiente.


Era septiembre y ya empezaba el calor. Me iba a buscar a todos lados, así que ese día sabía que iba a estar a la salida de dibujo. Siempre estaba, aunque le diga que iba a hacer otra cosa, él me acompañaba.


Durante todos los trazos del óleo ninguno fue pensando en la textura, las luces y sombras, ni siquiera en el color. Sólo pensaba en las palabras, las reacciones, las miradas. Me sentía en su lugar cuando me confesó lo que sentía por mí: estaba nerviosa, no podía concentrarme y miraba el reloj a cada rato, aún sabiendo que el reloj no iba a apurar su paso.


Pero cuando salí, no pude decir palabras, él tenía un montón ya preparadas.

martes, 1 de septiembre de 2009

Somos novios.

Lo que siguió es obvio. Nos dimos todos los besos que nos teníamos que dar. Nos pusimos en la situación incómoda de ponerle el título de novios a la relación y nos presentamos a la gente como pareja con todavía más incomodad. Y nos dijimos las palabras que si cualquiera las decía sonaban cursi pero por estar viviéndolas en ese momento, tan intensamente, nos gustaba decirlas. Como si fuera la cereza del postre: el postre no deja de ser postre por no tener cereza pero con la cereza tiene el toque final. Nosotros nos amábamos igual aunque no nos lo dijéramos, pero decirlo nos hacía sentir que nos amábamos más.


Cierta gente me decía que era imposible a esa edad articular esas dos palabritas (te y amo, juntitas y con convicción). Algunos se fundamentaban en que en realidad era un sentimiento de enamoramiento, que faltaba más y que eso se lograba con la edad.


Algunas cosas está mejor vivirlas que cuestionarlas. Aunque a veces si no se cuestionan, parecen volverse contra uno. Para mi, había diferentes tipos de amor entre dos personas, de acuerdo a las etapas, expectativas, el tiempo juntos, etc.


Cuando era chica, amaba a Ayelén. Y algunos podrán decir que no, pero nunca van a saber lo que yo sentía. Otros quizás nunca sientan un amor tan puro como el que conocí en esa escuela de la mano de una nena. Y quizás nunca me vuelva a reencontrar con ese sentimiento. O si, un sentimiento más maduro, con otras demandas.


En el curso era una de las pocas que tenia novio. La unica con novio serio. Todas me preguntaban cosas. Me planteaban sus dudas. Me contaban sus problemas. Asi fui conociendo cada vez más la psiquis femenina.


Después de un tiempo una amiga mia perdió su virginidad, sólo que ella no tenía novio. No podía creer que yo, después de siete meses, no había estado con él. Me contó su experiencia y ella comenzó a ser la gurú del sexo. Yo era la gurú sentimental, la filosófica, según algunas, aunque para mi eso era más bien una psicología barata.


Poco a poco más chicas iban perdiendo su virginidad. Y yo no. Estuve un año y medio saliendo con EL pero no hicimos el amor ni una vez. No sé bien por qué. Sinceramente no quería. No sentía la necesidad. Sin embargo, la pareja se hace de dos personas, asi que más allá de mi falta de necesidad, tenía que escuchar los interrogantes por no hacerlo. Y explicar, y hablar tanto del tema hasta sentirme mal, porque era raro que me baste con caricias y besos, porque él sentía que no lo amaba del todo, porque la relación para él estaba incompleta.