Me hacen feliz

sábado, 15 de mayo de 2010

La teacher.


No sé si todos tienen un mentor en sus conocimientos. A mi me encanta que la gente me enseñe, porque después recuerdo a esa persona, porque sé que todo conocimiento está sujeto a algo más amplio, a una sociedad, a un acervo conservado. Quien me enseñó muchísimo sobre elantro fue, precisamente, la teacher, una amiga mia que estudiaba profesorado en educación física y que se asumió lesbiana a los once años.


Recorrer el puticlub con ella me recordaba esas escenas de película en que una mujer con uniforme y un megáfono paseaba por la ciudad con un grupo de turistas en un colectivo sin techo e iba introduciendo detalles, descripciones, anécdotas del lugar. La teacher me contaba sus experiencias, relataba de una forma hermosa la manera de besar de cada mujer, qué canción la representaba, en qué lugar se sentía más cerca de ellas. Y habían estado muchas mujeres con ella, recuerdo que cuando se presentó me dijo “soy la teacher y cincuenta y siete mujeres pasaron por mi cuerpo”, a modo de parodia, y yo me reí y, cerveza de por medio, empecé a conocerla.


La teacher me hacía recorrer, como esas mujeres de las películas, formas de amar ajenas, lugares, detalles. Pero sobre todo la variedad. Y me intrigaba y siempre pedía nuevas historias como cuando de chica no me podía dormir y mamá venía a mi lado a inventar fábulas entre bostezos.


Lo que me gustaba de la teacher era que si bien había conocido y tenido muchísimas mujeres, las recordaba como únicas. Tenía una forma de amar que admiraba y quería para mí. Pero en su personaje de teacher no enseñaba de amor, ella enseñaba de teorías lésbicas; de aquellas relaciones simbióticas que tanto abundaban, de cómo armaban grupos de amigas en que todas estaban con todas, de cómo su fragilidad era contrastada con actitud agresiva. Y sin embargo, sus enseñanzas no fueron aquellas que formaban un cuasi constructo teórico para suscitar la risa. Sus enseñanzas eran aquellas cosas que me dejaba pensando por no decirlas, o por sólo decir una parte, o por no ser explícita.


Su voz era perfecta. Podía pasar de la dulzura total a la denuncia extrema. Pero siempre tenía una armonía, una paz que hacía querer escucharla siempre. La teacher me decía dónde podía estar con una mina sin problemas, dónde podía fumarme un porro en el puticlub sin que se den cuenta, pero también me explicaba esos detalles de cómo manejarse para no lastimar a nadie.


La mejor enseñanza de la teacher, aunque ella no hablara directamente del tema, fue de amor. En su forma de relatar las cosas mostraba un amor por el mundo. En su forma de valorar a cada mujer me demostraba que aunque había muchas lesbianas que más que amar se ilusionaban, habían otras, muchas otras que comprendían la fragilidad de las personas y por eso podían recordar todas y cada una de las cincuenta y siete mujeres que la atravesaron.