Me hacen feliz

viernes, 21 de febrero de 2014

Las cosas que prestamos.

El momento más triste de una relación es cuando el otro deja de mirarte como lo más especial del mundo, cuando los ojos que brillaban al verte ahora te miran como cualquier ojo mira a cualquier cosa cotidiana. Como estrellas que se apagan y como una persona que las mira apagarse desde la tierra y se siente triste pero no puede hacer nada.

La parte más difícil de terminar una relación es devolver las cosas que te prestaron y recibir las que prestaste. La remera con la que dormías para poder despertarte con ella, aunque ella no estuviera ahí. El disco que ponías cuando no podías escuchar su voz. La guitarra que te prestó para que busques expresarte y así estar un poquito mejor. Su libro preferido para entender un poco más cómo veía el mundo.

Prestar algo a tu pareja es una promesa. No se dice, al veces ni siquiera se sabe. Pero la promesa está. Porque nadie presta algo pensando en que el día en que será devuelto será en un momento de distanciamiento, cuando se termina la relación. Estar enamorada es dar todo, incluso los libros, la remera favorita, lo que sea. Es confiar que al otro podés darle lo que sea, que va a entender su valor y lo va a cuidar.

Y por eso no quiero devolverle sus cosas: porque no quiero resignarme, no quiero pensar a cuántas remeras ajenas para dormir estoy de cansarme, cuántos libros me quedan por prestar, cuántas películas voy a devolver.

Es imposible dejar entrar una nueva remera para dormir si todavía usamos una anterior. Las estrellas que se apagaron merecen un duelo y en el medio las cosas que nos prestamos aparecen como muestra de todo lo que falta transitar. El libro se lee con tono triste, la guitarra saca las peores melodías, la remera ya no tiene su olor, porque ya no podemos recordarlo.

Devolver lo que nos prestamos es confiar en un futuro mejor.