Mile, hermosa, te escribo este mail porque no puedo más.
Tanto silencio me hace mal. Ya sé que se pasó mi momento para pedir
explicaciones. Lo sé y me arrepiento de ser tan tonta. Pero no puedo cerrar la
historia si no puedo saber qué pasó. Intento, pero no puedo. Me serviría que me
dijeras ‘nena, no te quiero más y lo que pasó fue una excusa para terminar todo’.
Me destruiría, obvio, pero hoy prefiero la destrucción a este silencio, esta
incertidumbre.
Ese mail, cortito y estúpido, es todo lo que pude escribir
en meses. El silencio es abrumador. Ahora entiendo a toda la gente que me dijo
que antes escribía pero ya no. Es muy fácil dejar de escribir, aunque escribir
en algún momento haya sido tu vida, aunque no pudieras imaginarte sin escribir.
Quiero una mirada esperanzadora pero parece que no está en
mis ojos. Escribí dos párrafos y los dos son tristes. Quizás decir esto sea muy
siglo XVIII pero quizás no importe cómo quiera ver yo las cosas y las cosas son
tristes y no puedo captarlas de otro modo. No es que no disfrute de las
pequeñas cosas, las charlas con amigos, las risas tontas, las comidas ricas, el
vino, el humo. Sólo que nada de eso me sirve para escribir. Nada de eso
trasciende. Cuando tenés algo tan grande como el amor de una mujer querés algo
así de gigante para siempre. ¿Dónde quedó mi amor por la instantánea, lo
intrascendente? A veces te quiero tanto
que te quiero putear. ¿Qué me hiciste Malena? Y no puedo escribir nada sin
pasar a la segunda persona, a hablarte a vos, todo me lleva a vos, aunque
quisiera escribirle a la nada.
El otro día ví un video de Yuri Gagarin. Era de esas cosas
que detestabas ver, que para vos no decían nada, que eran largas al pedo. Era
una cámara mostrando lo que el veía, lo que él decía. El primer hombre fuera de
órbita. La fascinación de ver, ver desde otro lado. No lo entenderías. A vos te
interesa más Neil Armstrong, que no miró sino que tocó. Siempre estuviste en un
plano más práctico al mío. Yo quería saber, conocer. A vos no te interesaban
esas cosas si no tenían un fin que fuera algo más que el fin en sí mismo. Yo no quiero
conquistar la luna, no quiero poseer nada, quiero ver la Tierra desde afuera,
estar un poco menos lejos de las estrellas, flotar. Vos querés dejar tu huella
en la luna. Vos dejaste tu huella en mí. Y yo fui algo que rondaba por ahí, ni
siquiera un satélite, una cápsula con una personita adentro. No me hagas caso,
estoy dolida, cuando estoy dolida digo cosas feas, que no siento, pero que
pueden lastimar.
No tengo nada en realidad que escribir. Sólo fragmentos de
lo que me supera. Ideas sueltas. Tan Yuri, tanta necesidad de entender tu
órbita. No quiero que me toques, Milena Armstrong. Si te veo me vas a besar.
Por eso no quiero verte. Por eso no me animo a decirte que me expliques en
persona todo lo que pasó. Las huellas de la Luna no se borran y en mi cápsula tengo
el oxígeno que necesito. Si estoy más tiempo del que puedo estar, me muero. No
quiero morirme, Milena, no ahora. Perdón por tanto dramatismo, es que todavía
te quiero y perdí mi capacidad de entender las cosas. De fondo suena je ne t’aime plus, mon amour, je ne t’aime plus, tous les jours. Quisiera
que fuese lo que siento, pero es sólo la canción que estoy escuchando.