Me hacen feliz

sábado, 25 de agosto de 2012

Vos tan Neil y yo tan Yuri.


Mile, hermosa, te escribo este mail porque no puedo más. Tanto silencio me hace mal. Ya sé que se pasó mi momento para pedir explicaciones. Lo sé y me arrepiento de ser tan tonta. Pero no puedo cerrar la historia si no puedo saber qué pasó. Intento, pero no puedo. Me serviría que me dijeras ‘nena, no te quiero más y lo que pasó fue una excusa para terminar todo’. Me destruiría, obvio, pero hoy prefiero la destrucción a este silencio, esta incertidumbre.

Ese mail, cortito y estúpido, es todo lo que pude escribir en meses. El silencio es abrumador. Ahora entiendo a toda la gente que me dijo que antes escribía pero ya no. Es muy fácil dejar de escribir, aunque escribir en algún momento haya sido tu vida, aunque no pudieras imaginarte sin escribir.

Quiero una mirada esperanzadora pero parece que no está en mis ojos. Escribí dos párrafos y los dos son tristes. Quizás decir esto sea muy siglo XVIII pero quizás no importe cómo quiera ver yo las cosas y las cosas son tristes y no puedo captarlas de otro modo. No es que no disfrute de las pequeñas cosas, las charlas con amigos, las risas tontas, las comidas ricas, el vino, el humo. Sólo que nada de eso me sirve para escribir. Nada de eso trasciende. Cuando tenés algo tan grande como el amor de una mujer querés algo así de gigante para siempre. ¿Dónde quedó mi amor por la instantánea, lo intrascendente?  A veces te quiero tanto que te quiero putear. ¿Qué me hiciste Malena? Y no puedo escribir nada sin pasar a la segunda persona, a hablarte a vos, todo me lleva a vos, aunque quisiera escribirle a la nada.

El otro día ví un video de Yuri Gagarin. Era de esas cosas que detestabas ver, que para vos no decían nada, que eran largas al pedo. Era una cámara mostrando lo que el veía, lo que él decía. El primer hombre fuera de órbita. La fascinación de ver, ver desde otro lado. No lo entenderías. A vos te interesa más Neil Armstrong, que no miró sino que tocó. Siempre estuviste en un plano más práctico al mío. Yo quería saber, conocer. A vos no te interesaban esas cosas si no tenían un fin que fuera algo más que el fin en sí mismo. Yo no quiero conquistar la luna, no quiero poseer nada, quiero ver la Tierra desde afuera, estar un poco menos lejos de las estrellas, flotar. Vos querés dejar tu huella en la luna. Vos dejaste tu huella en mí. Y yo fui algo que rondaba por ahí, ni siquiera un satélite, una cápsula con una personita adentro. No me hagas caso, estoy dolida, cuando estoy dolida digo cosas feas, que no siento, pero que pueden lastimar.

No tengo nada en realidad que escribir. Sólo fragmentos de lo que me supera. Ideas sueltas. Tan Yuri, tanta necesidad de entender tu órbita. No quiero que me toques, Milena Armstrong. Si te veo me vas a besar. Por eso no quiero verte. Por eso no me animo a decirte que me expliques en persona todo lo que pasó. Las huellas de la Luna no se borran y en mi cápsula tengo el oxígeno que necesito. Si estoy más tiempo del que puedo estar, me muero. No quiero morirme, Milena, no ahora. Perdón por tanto dramatismo, es que todavía te quiero y perdí mi capacidad de entender las cosas. De fondo suena je ne t’aime plus, mon amour, je ne t’aime plus, tous les jours. Quisiera que fuese lo que siento, pero es sólo la canción que estoy escuchando.