Me dijo que quería hacerse un
tatuaje que me represente. Una estrella, me dijo. Le pregunté si era por la
dicotomía cercana/lejana, lejana espacialmente, cercana en el campo visual. Me
calló con un beso y después dijo “no explico los tatuajes”.
Me quedé pensando. El tatuaje es
la última parte de la piel que se pudre después de morir. ¿Ella me quería tener
un tiempito más después de su muerte? Pensaba, pensaba, pensaba. No le decía
nada. Respetaba que no quisiera hablar mucho del tema.
¿Era nuestra relación un dolor
corto que quería sentir porque la satisfacción era mayor? La amaba. El amor
duele. No podía pensar mucho. Todo era disperso. Nunca nadie me había dedicado
un tatuaje. Un recuerdo mío materializado podía ser un poema, una foto. Pero nada
que trascienda el cuerpo y el tiempo.
Qué lindo homenaje, novia. Una
estrella para calcular el norte. Te amo,
novia, compartamos un fernet, fue lo único que le dije. Y fui a sacar los
hielos para prepararlos.