Entre
los 13 y los 18 años me encantaba que me dijeran que tenía una re cabeza y que
era muy madura para mi edad. Eso quería decir una sola cosa: pensaba, y pensaba
mucho. En esa necesidad adolescente de sentirme diferente al resto sentía que
el pensar tanto me hacía única y hasta mejor. Pero no.
Entre
los 19 y los 20 me rescaté que mis crisis constantes se debían a que pensaba
demasiado. Era mi forma de vida. Sobreanalizaba cada pequeña cosita, de todo un
mundo, infinitas posibilidades pensadas pero ninguna realizada. El pensamiento,
al ser un exceso, se convertía en un impedimento para la acción.
Pensaba
tanto que de repente sentía que tenía que parar. Entonces me drogaba con lo que
encontraba y quedaba en blanco unas horas, mirando la nada, olvidando todo. Y
así todo el tiempo.
No,
pensar no te hace mejor. No pensar tampoco. Poder entender a Nietzsche al costo
de no saber relacionarte con la gente...no es negocio. Entonces conocí la meditación
Zen, el buddhismo y a los tibetanos. Lo que puede conocer de ellos una persona
nacida, criada y viciada del pensamiento occidental.
Algo
tan simple como pintar un mandala tiene una finalidad gigante. Se busca dejar
de tener pensamientos al pedo. La meditación te lleva a acallar las voces
estresantes de la mente. Te conecta con lo que hacés, sin mediación de ideas
que no sirven de nada.
No
es lo mismo pensar a Nietzsche que rosquear. Ese era mi gran problema: no lo
entendía. Ponía todo en una gran bolsa y creía que estaba bien. No diferenciaba
nada de nada. Mi gran hallazgo fue encontrar una filosofía que te decía que no pienses, pero diferenciando qué cosas necesitan ser pensadas.
Lo
cierto es que antes nunca estaba en ningún lado. No estaba tomando unos mates con mi
vieja porque mi mente iba por otro lado. No estaba viendo una peli porque mi cabeza se auto bombardeaba de pelotudeces. Rosqueaba hasta cuando lavaba los
platos.
Si
plantás, tenés que sacar la maleza. No todo pastito es bueno. Para que te
crezca un tomate y después poder cosecharlo y hacer una ensalada, es necesario como uno de los primeros pasos sacar las malezas. Para que pensar sirva tenés que extirpar los pensamientos
bloqueantes. Eso no significa dejar de pensar sino aprender a pensar mejor.
Para
mí el carpe diem era lo que estaba acostumbrada a hacer, por ejemplo, romperme
en una fiesta. Después entendí otros matices. Cuando me rompía, me alejaba del
carpe diem, porque no aprovechaba al día, no burlaba a la muerte, sólo apuraba
al reloj y me alejaba de mí misma.
Carpe
diem, hoy, es otra cosa. Si riego las plantas, riego las plantas. No pienso de
más. Vivo eso en todas sus dimensiones. Me comunico con las plantas. Les hablo
o no, no todo es lenguaje articulado. Cuando tomo mates con una amiga, la
escucho. La miro. Le digo sólo lo que es importante que sea dicho. Vivo ese momento como si fuera el único.
Quiero
romper con la automatización. No quiero más estar bañándome y no saber si ya me
puse el shampoo, por estar en otro lado y paradójicamente en ninguno. Quiero
que cada cosa de mi vida sea valorada como tal.
Cada
tanto entro en la rosca del exceso de pensamiento, o dejo de carpediemear. A
todos nos pasa. Lo importante es siempre volver. No importa si ayer te dejó tu
ex. Hoy estás viva. Hoy sabés que leer un verso en un poema puede ser todo. Y
eso es lo que importa.
qué lindo.
ResponderEliminarme sentí identificada, y estoy muy de acuerdo con vos.
un beso, lucero.
No creo que sea malo pensar demasiado. Lo que realmente puede ser perjudicial es pensar en negativo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl carpe diem encubre (o lo dice explícitamente)una concepción de cómo hay que vivir, o, lo que es lo mismo, que es lo valioso en y de la vida. Yo creo que no es tan simple, es decir: creo que NZ aprovechó su vida. Creo que pensando al pedo, demás y hasta obstaculizando la acción, aprovecho mi vida: en la medida de la ¨convicción¨. Es algo así como: mi oscura y lúgubre (aunque pueda darme cierta felicidad)tarea.
ResponderEliminarY es que los extremos nunca son buenos, pensar demasiado o no pensar, hay que hacer como dice Buda, y contentarse con el justo medio.
ResponderEliminarEl problema es que solamente Buda sabía cómo lograr ese punto...
Suerte!
J.
Para empezar: Leerte fue genial!
ResponderEliminarEs increíble que hayas podido plasmar tan bien todo eso que a mi se me bloquea cuando con la mirada irónica, ante la meditación, me preguntan: ¿por qué?
Me parece simplemente genial poder leer lo que mi mente todavía no logró acomodar en palabras.
Me siento totalmente identificada, en cada oración. Estoy casi atada a este texto.
Gracias!!
Simplemente me encantó.
ResponderEliminar"Cada tanto entro en la rosca del exceso de pensamiento, o dejo de carpediemear. A todos nos pasa. Lo importante es siempre volver. No importa si ayer te dejó tu ex. Hoy estás viva. Hoy sabés que leer un verso en un poema puede ser todo. Y eso es lo que importa".
ResponderEliminartodo el día pensando (uf!) en carpe diem, lo que significa, lo que implica. y justito tu texto. encantome tu blog! seguí así que vas por buen camino, diría mi viejo. saludos!
Epa. Te fuiste... dejate llevar. Piensa... hazlo. // sabio consejo para alguien q no aplica lo q predica. Eh? // intentaré cambiar eso.... // te digo algo?... mas del 75% de lo q pienso tiene que ver contigo*. . . Quiero conocerte pronto.
ResponderEliminarVos, tu vida, tu sexualidad poco clara, tu forma de pensar, tu gusto por el frío y por Nietzsche... todo eso me recuerda tanto a mí! Me encanta, es como si me leyera a mí misma :)
ResponderEliminarPor lo que veo, todos en tu blog se identifican con vos... o solo hay gente inteligente por acá o es que todos creemos que lo somos y en realidad somos unos idiotas :(
ResponderEliminar