Me hacen feliz

martes, 14 de febrero de 2012

De arañas y silencios.


Uno de mis grandes miedos aparece cuando me cruzo con una araña. No siempre fue así. En algún momento de mi vida mataba arañas como si se tratase de un mosquito. Recuerdo que una vez estaba jugando al softbol al aire libre y apareció una araña peluda. Grande. Peluda. Muy peluda. Lentamente me acerqué a la catcher y la bateadora y les dije que se alejen. No sabía si ellas tenían miedo a las arañas pero la mayoría de las minas que había conocido compartían ese temor. En vez de hacerme caso y alejarse, la catcher miró hacia atrás. Sus dos ojos se cruzaron con los ocho de esa araña. Gritó. Muy fuerte y muy agudo. Le dije "¡La vas a asustar!". La bateadora de turno revoleó el bate. Yo lo agarre y lo usé para que la araña se suba. Y la llevé lejos de los gritos. Regresé y fui percibida como si fuese una heroína de guerra. Alegaron locura. Sorprendidas me agradecieron. En ningún momento pensé en que la araña podía picarme ni saltarme ni nada. Simplemente la alejé por el bien de mis compañeras y por el bien del pequeño bicho.


Ahora esa hazaña me parece impensable. Diminutas arañas me hacen saltar como si estuviese en las colchonetas elásticas a las que iba de chiquita. Cuando recién me habían operado de apéndice me dolía todo: caminaba despacito y me tiraba la herida. Pero de repente vi una araña y me moví rápido. Los sustos hacen olvidar los dolores, aunque sea por un segundo. Y sobretodo hacen olvidar eso que el hombre occidental llama racionalidad. Después del susto se vuelve a ser el hombrecito civilizado que nos inculcaron pero durante el susto no hay nada más que el susto. 


El miedo que le tengo a las arañas es muy grande. Pero es material. Puedo matar a una araña con el dedo. Puedo hacer algo, rápido y efectivo, al verla. Puedo gritar para que otra persona la mate, o atacarla con un insecticida. Pero hay miedos que no son materiales, ni son fáciles de combatir. No soy de las miedosas a la soledad. Soy miedosa del silencio. Ajeno o propio, me causa terror. Si estoy callada, algo malo pasa. Si no puedo escribir o dibujar o no tengo interés en algún cursito vocacional de teatro, entonces tengo que sentarme. Y pensar. Pensar es como hablar para adentro. Por eso el silencio me aterra. El silencio es muerte. No es ese miedo que tienen algunos al silencio y por eso prenden la tele o la radio. Eso no me pasa. Puedo tomarme unos mates escuchando las voces de la ciudad: gente trabajando, autos, vecinos hablando... Silencio sería escuchar esas voces y que fuera como no escucharlas. Leer y que no me pase nada. No tener una sola idea para escribir o dibujar. Eso es silencio. Y ése es mi miedo.


Tras el silencio de la mina de los tatuajes me fui al hotel. No le dije nada. No me fui dramáticamente. Me quedé unos minutos más jugando en el agua y como ella seguía sin decir nada, me fui a la orilla. Y cuando llegué a la orilla tuve el impulso de seguir caminando. Y atravesé toda la playa y llegué a la costanera. Crucé la calle y seguí caminando, sin pensarlo, sin estar triste, sin nada, simplemente seguí caminando.  Y llegué al hotel. Me dieron la llave y seguí hasta la habitación. Entré al baño, bajé la tapa del hinodoro, me senté y me quedé dura. En blanco. No pensaba nada. Si no fuera porque me latía el corazón, respiraba y todas esas cosas que el cuerpo hace automáticamente, bien podría haber estado muerta. Porque era como eso. Nula. Vacía. Nada. Vi una araña colgando del rollo de papel higiénico. Y no di un salto. La araña, mi gran miedo, se mostraba con todo su esplendor, colgada de su tela. Y el silencio era más grande que la araña, un miedo se había comido a otro miedo. La araña no era nada. Era como si batallara contra el miedo al silencio con una espada pesada y grande como la del Cid, y a la araña bastaba y sobraba con atacarla con una espadita de copetín. Con la araña era obvio que ganaba la guerra. Con el silencio no sabía.

7 comentarios:

  1. ay ay ay, te juro que el silencio me aterra también, así que te comprendo; sobre todo aterra ese que aparece tenso y frío en donde antes no paraban de llover las palabras o las miradas o de última esa sensación dulce de estar callados pero hablando de otra manera, que no es lo mismo que el silencio.
    Mucha suerte con todo

    ResponderEliminar
  2. Quiero comentar algo interesante o inspirado pero no puedo

    Me dejaste sin palabras mujer, no hay nada que pueda decir ante un texto como este

    (salvo que ojalá el silencio pase pronto, para que puedas enfrentarte a las palabras, sean las que sean)



    Gracias por regalarnos textos y pensamientos como éste...

    ResponderEliminar
  3. Yo creo férreamente que ni dijo nada, porque estaba analizando decir que si. Que se yo, decime optimista empedernido o pelotudo, total es lo mismo.

    ResponderEliminar
  4. qué lindo post este. muy sincero.
    "un miedo se había comido a otro miedo"
    un beso!

    ResponderEliminar
  5. De todas tus entradas esta es la que más identificada me siento, sin pensarlo demasiado lo puedo afirmar. No soporto el silencio también, me hace mal, me corta la garganta y no me deja reaccionar a nada, como vos decís. Nunca me lo había puesto a pensar demasiado pero creo que si, mi mayor temor es el silencio, podría llegar a ser fóbica incluso.

    ResponderEliminar
  6. Anton, no pude entrar más en tu blog. Espero que si te hacés uno nuevo me lo hagas saber (:

    ResponderEliminar
  7. Muy bueno. Escribís muy bien, flaca.
    Me llega mucho lo que decís sobre el silencio, sobre tu relación con el silencio. Sobre el silencio y la creatividad.

    ¿Y qué es lo que hizo que le comenzaras a tener miedo a las arañas?
    Yo las tengo de amigas. Las dejo o las saco del lugar, como vos con el bate.

    ¡Saludos!

    ResponderEliminar