Salir,
romperse y terminar garchando duro con una persona desconocida puede
estar bueno pero despertarte y que al lado duerma quien es
responsable de tus risas, es mejor. El ser humano, después de mucho
pensarlo, creo que es potencia. Puede ser lo que quiera. Puede
destruirse o ser feliz. Se puede llenar de odio y de ego o puede
sonreír todos los días. Depende de tantas cosas como estrellas.
Pero puede.
Un
día, sin querer, te das cuenta que dejaste de dormir sola. Quizás
la persona en la que no podés dejar de pensar no está en tu cama.
Quizás está en la facultad cursando y ni siquiera vive con vos.
Pero duerme con vos: si cada día que te despertás mirás al lado
tuyo de la cama pensando en esa persona que te mueve el piso,
entonces no estás despertándote sola.
Y
todas las dudas y miedos, ¿qué valen al lado de no dormir sola?
Puede costarte confiar, hasta que la ves riendo con vos, hasta que
pensás que no existe espacio de esa persona que no quieras tenerlo
abrazado.
A
veces las cosas que más significado tienen las hacemos sin querer.
Hace un rato estaba leyendo y con la fibra que hacía anotaciones me
dibujé un corazoncito en el pecho. Siempre que dibujo
automáticamente son corazones. Mis apuntes de la facu tienen todos
corazoncitos en los márgenes. Podría dibujar flores, o formas
abstractas, o siempre dibujar algo distinto, pero sola, sin querer,
dibujo corazones. Cuando la mente deja de ponerse trabas a sí misma
y el ser se libera, aparece lo que más queremos, más allá del
miedo, más allá de la rosca. Y yo lo que quiero son esos
corazoncitos, siempre. Quiero que el espacio de mi cama se resignifique, que no sea una extensión de la sábana y el colchón sino ese lugar donde pienso, espero y quiero tener a ese alguien especial.